Hace poco leí en un blog que por esta época todo es tragedias, y haciendo memoria, recuerdo varios comienzos de año en los que los medios hacen un festín con cuanto anuncio dramático pueden poner aquí y allá. A pesar del aspaviento de la señora Clinton, de los medios que declaran la muerte de Haití, y de las omnipresentes y «salvadoras» fuerzas americanas, es necesario mirar a los hermanos del caribe y aportar un grano de arena.

The New Yorker, con su afamada calidad literaria y periodística, ha hecho un especial sobre la situación en Haití, y entre sus corresponsales, tiene a Jon Lee Anderson. Me dí a la tarea de traducir la entrevista que Amy Davidson le realizó a Anderson, recién llegado a Puerto Príncipe. El original, publicado el 16 de enero, lo pueden encontrar aquí. Pido excusas si encuentran errores de traducción que, seguro, no serán de mayor envergadura.

En las calles de Haiti: Jon Lee Anderson

Por Amy Davidson

Enero 16 de 2010

Jon Lee Anderson, quien ha reportado para The New Yorker desde Afghanistan, Iraq, y más recientemente, Somalia, llegó a Haití poco despupes del terremoto del 12 de enero. Esta tarde, lo contacté en Puerto Príncipe por mensajes de texto.

Aquí está lo que dijo:

¿Cómo llegaste a Haití?

Volé a Santo Domingo y me puse en contacto con Ángela Tejada, una mujer dominicana que trabaja con algunas ONG’s, por medio del cineasta Raoul Peck (Raoul esaba en Paris, tratando de venir también; me lo presentó el escitor Russell Banks, quien tiene una larga relación con Haití). Ella me recogió en el aeropuerto con su hija, en un carro conducido por un sobrino. Habían recolectado una pequeña carga de artículos donados: cajas de galletas, algunas medicinas, guantes quirúrgicos y pañitos húmedos, y algo de comida enlatada; querían asegurarse de que llegara a los necesitados. Condujimos en la noche hasta Haití. Cuando llegamos a la frontera, fuimos despedidos por el ejército Dominicano; del lado haitiano, había sólo un puñado de hombres que abrieron una puerta (no hubo control de pasaportes), y manejamos hasta Puerto Príncipe,.

Llegaste como a una ventana de tiempo que se estaba cerrando, y en la que gente atrapada podía esperar sobrevivir ¿Todavía se siente esperanza? ¿Todavía se concentran en rescatar personas sepultadas por el terremoto?

Hay esperanza, sí, y todavía quedan días para encontrar gente con vida, lo creas o no. Me parece recordar un niño que fue encontrado casi once días después del terremoto de Ciudad de México (aún más había pasado cuando se encontraron algunos otros sobrevivientes). Cada hora cuenta, por supuesto, pero ahora hay tropas de rescate alrededor de la ciudad; hoy estuve en el centro cuando la gente, jubilosa, comentaba que dos personas habían sido rescatadas recientemente. Claro que a este punto la mayoría de los que están atrapados están muertos, muy pocos se encontrarán con vida; la esperanza y el dolor de los sobrvivientes, resueltos a encontrar a sus seres queridos (y el sentido de la misión de rescatistas) mantendrá la esperanza viva por algunos días. Será cuando los últimos rescatistas se vayan, cuando los familiares se den cuenta de que no queda esperanza, que la magnitud de la pérdida se sentirá, y la tragedia alcanzará su plena dimensión.

¿Hay alguien pensando más allá del presente? ¿En el futuro, la reconstrucción, en hacer su vida en Haití a pesar de todo?

La gente está concentrada en el aquí y ahora; sin embargo, he escuchado a algunos decir “Haití está acabado. Mi país ha terminado”, como si para ellos el futuro hubiera terminado también, y muchos tuvieran que rehacer sus vidas en otra parte.

¿Qué clase de actividad hay en la calle? ¿La gente se puede mover por la ciudad, si es así, adónde intentan ir?

Están caminando, caminando por todas partes, en todas direcciones, constantemente; una procesión en ebullición constante; la mayoría no tienen hogar, o van y vienen de expediciones en busca de agua o comida y combustible, que cargan en sus espaldas, en las manos, en las cabezas, y los bebés también; también van por los caminos, abandonando la ciudad. Muchos se van.

¿Dónde duerme la gente?

En la calle. En calles residenciales, usan la vía entera, familias cerca las unas de las otras, retirándose a la acera durante el día. También en los camellones y en los parques de la ciudad. Todos se han convertido en pequeñas ciudades de tiendas, atestadas de gente. En el hospital general (una escena de terrible sufrimiento) los pacientes, algunos gravemente heridos, están afuera, no muy lejos de los cadáveres.

¿Hay alguna señal de que el gobierno haitiano está funcionando?

Nada que yo haya visto. Excepto por esto: hay camiones de basura del gobierno y los vi recoger cuerpos de media docena de lugares ayer, y también volcando varias decenas de cuerpos en una sección rota de la pared del cementerio.

¿Has visto tropas americanas?¿Cómo reaccionan los haitianos ante ellas?

No los he visto todavía. He visto rescatistas de Colombia, Alemania y España, y he visto tropas de las Naciones Unidas, de todos lados, inclusive filipinos. La mayor parte de los soldados americanos está por llegar, creo. Pienso que serán recibidos con entusiasmo; ahora Haití necesita una única gran fuerza que pueda coordinar otras y apoyar los esfuerzos coordinados en la escala necesaria. La que hay es aún fragmentaria e insuficiente.

Tenemos reportes de saqueo. ¿Lo has visto? ¿Cuáles son los blancos?

Vi uno ayer, fue fuerte y en la zona mas devastada del centro de la ciudad. Había un gran número de jóvenes trepando a un edificio, no pude ver para qué, y luego los vi corriendo con cosas. Hay un aire de violencia. Un joven pasó empuñando una daga, y lo que parecía un grupo o una pequeña pandilla con él, al precer, para proteger lo que fuera que hubieran robado, o para detener a cualquiera que pensara en quitárselo. No pude ver qué era. Estaba en un auto con dos mujeres y la cosa era insegura. Tome el timón en ese momento y nos alejé. Era una turba en potencia y eso me preocupaba.

También cubriste el desastre del huracán Katrina ¿Cómo se le compara?

La escala del desastre es mucho mayor en términos humanos, pero muy parecida en términos de devastación de la vida la sicología de una única sociedad. Y por supuesto, pienso que el mundo está (o debería estar) aguardando a ver cómo la “comunidad internacional”, pero particularmente los Estados Unidos, manejan esto. Habrá un ‘antes y después’ en la conciencia global por esta gran tragedia aún sin nombre (como lo fue, con razón, en el mundo durante el Katrina). Porque, de nuevo, lo que estos dos lugares especiales comparten es la negligencia de sus gobiernos, y con Haití, a pesar de todo lo que se ha hecho, la del resto del mundo. Haití ha estado fuera de la mirada y la mente por mucho tiempo, es como un Lower Ninth Ward1 de casi 10 millones de personas.

¿Cuáles son los retos de hacer reportería allá? ¿Los más grandes son prácticos o emocionales?

El mayor desafío es logístico. Porque la infraestructura ha sido deesgarrada, las preocupaciones inmediatas de uno son las mismas de todo el mundo: agua, luz, techo y seguridad, y luego las comunicaciones, para poder trabajar. Cosas como botellas plásticas de agua y linternas, se vuelven lo más importante ahora. La comida, por extraño que parezca, se vuelve una necesidad secundaria, después del agua.

En cuanto el impacto emocional de lo que veo, lo hay, pero nada comparado con el impacto en aquellos que vivieron el terremoto y han perdido su gente (sentir desamparo es como una indulgencia bajo estas circunstancias). Es conmovedor cuando pasas junto a alguien que llora sobre un cuerpo recién encontrado. Pero el resto del tiempo todo se centra en lo básico de la supervivencia, en entender qué está pasando, en conseguir agua para beber; comprender lo que uno está viendo, porque gran parte de ello está en un estado alterado, surreal, un horror de vigilia.

¿Qué te ha sorprendido?

El amor a la patria. O quizá, debería decir, la profundidad y extensión del amor. Ayer, un haitiano, mirando su país destruido, me dijo: “He viajado, ya sabes. He estado en Miami y Paris. Pero esta es la patria para mí. Amo mi país ¿sabes? Por eso es que siempre regreso”.

1Lower Ninth Ward fue uno de los vecindarios más desvastados de Nueva Orleans, durante el huracán Katrina.

©Traducción: Leonardo Gil Gómez